A fines de la década de 1980, dos corredores de larga distancia que vivían juntos en el Área de la Bahía mezclaron vitaminas, salvado de avena, proteína de leche y jarabe de maíz en su cocina, inventando lo que se convertiría en un Barra de poderuno de los primeros barras de proteína modernas. A mediados de la década de 1990, ya era un fenómeno, lo que un escritor del New York Times llamó “un tentempié de alto octanaje para yuppies y fanáticos del fitness”.
Sin embargo, hoy en día, las barras de proteínas son omnipresentes y su imagen de marca se ha extendido mucho más allá de los fanáticos del fitness. Se presentan como bocadillos saludables sobre la marcha o incluso como parte de una rutina de cuidado personal. Las tiendas de abarrotes, las gasolineras, los gimnasios y las farmacias ahora venden trozos de proteína de suero envueltos en envoltorios elegantes, comercializados como alimentos saludables que aportan energia, a pesar de venir en sabores como masa para galletas y tarta de limón. El mercado mundial…